29 diciembre, 2017
Las nuevas tecnologías, Internet y las redes sociales se han convertido en algo indispensable en la sociedad y especialmente entre los jóvenes. Las plataformas sociales, esas “comunidades virtuales” que agrupan a personas que se relacionan entre sí, se han convertido en una herramienta que ha suplantado las relaciones interpersonales entre los integrantes de este grupo. De hecho, un 32% de los jóvenes entre los 12 y los 18 años dedican entre 3 y 5 horas diarias a navegar por Internet. El auge y acceso a las tabletas, smartphones y ordenadores ha contribuido a que el Internet y las redes sociales se colara en la cotidianidad de los jóvenes.
Hoy en día, es muy normal ver en una reunión familiar, un restaurante o mientras damos un paseo como los jóvenes en lugar de hablar entre ellos o entretenerse con otras cosas, sumergen su cabeza en sus dispositivos móviles. Esto demuestra que estos niños viven en este enorme mundo de tecnología digital 24/7, y que esto le está dando forma a cada aspecto de sus vidas, pasando más tiempo con la tecnología de medios que con cualquier otra cosa en su vida.
Inmersos en este mundo tecnológico, es comprensible que la vida social de los adolescentes pase por las pantallas y según lo determinado por una encuesta realizada por el Ministerio del Interior, esto es así. La encuesta ha indicado que los motivos por el que los jóvenes pasan tanto tiempo en estas plataformas se centran principalmente con los problemas para hacer amigos y las ganas de aumentar esa lista. Es decir, las redes son el mundo de los jóvenes. Para ellos representan el espacio de integración por excelencia, tanto así que cuando no se hace un uso frecuente, o no se cuenta con un dispositivo para conectarse, el riesgo de exclusión aumenta.
Sin esas tecnologías el joven se sentiría aislado de los demás, convirtiéndolo en un ser totalmente dependiente. Los jóvenes entienden que las redes son el lugar donde deben estar, ya que todo pasa en ellas y lo que no pasa, se gestiona allí, no saber gestionarla supone quedarse ‘out’. Hace unos años, la Universidad de Pittsburg (USA) realizó un estudio publicado por la revista científica American Journal of Preventive Medicine, en el cual los autores analizaron a 1.787 usuarios estadounidense de entre 19 y 32 años y analizaron su presencia en las redes sociales más populares: Facebook, Twitter, Instagram, Snapchat y Youtube, y el aislamiento percibido en cada persona. El estudio concluyó que los que utilizaban las redes sociales durante más de dos horas al día tenían el doble de probabilidades de percibir aislamiento social que aquellos que dedicaban menos de media hora diarias.
Todos estos datos, investigaciones y encuestas lo que nos indican es que el gran enemigo de los jóvenes no es la tecnología como tal, sino el tiempo que le dedican. Por ello es importante, que tanto padres como educadores enseñen a los adolescentes a diferenciar entre el buen uso y el abuso, y las condiciones de su uso.
¿Cuáles son las redes más conocidas?
Existes redes sociales de todo tipo. Sin embargo, las redes más populares en la actualidad son plataformas que permiten reencontrarse con viejos amigos o conocer gente nueva. Las más visitadas por los jóvenes y de mayor crecimiento en los últimos años son Facebook, Instagram, Snapchat, Twitter, Whatsapp y Youtube. Pero ¿cómo funciona una red social? Para crear y mantener una página personal en una de estas plataformas hay que seguir diferentes pasos: crear un perfil de usuario, incorporar a los primeros amigos, intercambiar mensajes o subir fotos, hacer crecer la lista de amigos. En estas redes no dejan de suceder cosas mientras no estamos conectados y que seguramente no nos queremos perder- y los adolescentes menos-, sobre todo, si las hemos generado a partir de un mensaje o post que hemos “colgado”.
5 pautas para que los adolescentes lleven una “dieta digital” equilibrada
No se trata de que los jóvenes eliminen las pantallas de sus vidas, sino que mantengan una dieta digital equilibrada que no les limite la actividad física ni la interacción con sus compañeros, amigos o familia. Es primordial que los chicos y chicas aprendan a gestionar sanamente su interacción en las redes sociales y en todo el ciberespacio:
Ser consciente de la forma en que se recibe la información y se asimila la información, centrándose en lo esencial y en su contexto.
Volver a la mera observación de la información y de los acontecimientos.
Emplear la propia tecnología para resolver la sobrecarga de comunicación que la tecnología ha creado.
Recurrir, cuando sea necesario, a la desconexión digital.
Zonas libres de pantallas en el hogar.
La desintoxicación digital es una tendencia que cada día logra más adeptos y busca que las personas se desconecten de los aparatos y privilegien la relación cara a cara. Resulta penoso ver a niños revisando sus celulares en los recreos, desperdiciando la oportunidad de conectarse con sus compañeros, o a un grupo de amigos en una mesa de un café concentrados cada cual en su celular.
Exponerse es buscar la atención y aprobación, a través de un "me gusta", que da una falsa sensación de éxito. La red se transforma para algunos en el principal espacio de intercambio de donde obtienen frustraciones o gratificaciones, por lo que les es casi intolerable estar desconectados.
En comparación con esa ostentosa felicidad que algunos exhiben en esos espacios virtuales, nuestras propias experiencias se ven desvalorizadas. Cuando alguien no lo está pasando bien, el efecto de comparación al revisar los Instagram o los Facebook de otras personas puede desencadenar desastrosas consecuencias en el estado de ánimo de alguien que está deprimido.
La limitación del uso del celular en ciertos espacios favorece liberarse de la tiranía que el móvil ejerce sobre nosotros. Una gran medida tomó el año pasado el Parlamento francés al prohibir la utilización de los celulares y de cualquier dispositivo con conexión a internet en los centros de educación hasta los 15 años. Esta había sido una promesa de la campaña presidencial del Presidente Emmanuel Macron. Después de los 15 años, queda a criterio de las autoridades de cada institución educacional. Se hace una excepción para las personas con discapacidad y se podrán usar ocasionalmente en actividades pedagógicas. Esta ley busca desintoxicar a los niños y jóvenes de la tecnología digital para lograr una generación sin adicción a las pantallas.
La evidencia apunta a que los niños -y no pocos adultos- se han vuelto adictos a los dispositivos, lo que constituye un serio impedimento para que se concentren en sus tareas escolares, además de afectar el normal desarrollo de la empatía y de su cerebro social.
Quizás es hora de poner regulaciones al uso de celulares para detener esta epidemia de desconexión que es estar hiperconectados.
«EL GRAN ENEMIGO DE LOS JÓVENES NO ES LA TECNOLOGÍA, SINO EL TIEMPO QUE LE DEDICAN»
Santiago Moll, profesor de secundaria, defiende el uso de las nuevas tecnologías, pero con control Santiago Moll es un profesor absolutamente vocacional. Cuando habla de sus estudiantes se nota que les conoce, que les quiere y que se preocupa por su futuro. Un futuro que va a transcurrir inmerso en las nuevas tecnologías. Moll habla de las diferencias generacionales entre los nacidos en los 60-70-80 del siglo XX a los que denomina «inmigrantes digitales» y a los nacidos posteriormente a esa fecha, que ya son «nativos digitales». Esta brecha hace que veamos la vida de maneras muy diferentes y así lo explica en su libro «Empantallados» (Larousse, 2017)
-Habla de la tecnología como ladrona de tiempo, ¿roban todo el tiempo o que hay parte que sea aprovechable?
-Creo que el gran enemigo de los jóvenes no radica en la tecnología, sino en el tiempo que le dedican. Hay que enseñar a los jóvenes la diferencia entre el buen uso y el abuso. No siempre están perdiendo el tiempo, pero si de algo me he dado cuenta es que la concepción que tiene un adulto y un adolescente del tiempo es radicalmente distinta. Los más jóvenes no le dan ningún valor. Y muy fácilmente se les escapa de las manos y pierdanla noción de lo que es realmente importante: estar con ellos mismos, poder reflexionar estar con la familia. Pero la tecnología bien utilizada nos debe ayudar a ganar esa batalla del tiempo para lo que es trascendental.
-La tecnología aborrega a los jóvenes...
-El móvil hay que verlo como una herramienta que nos puede ayudar a ser más productivos, a relacionarnos con más gente, a pedir información para poder avanzar... pero claro, esa herramienta también se puede usar mal y nos puede robar la libertad, hacer que no sigamos las normas, encerrarnos en la habitación... y ahí está la lucha, porque vemos que el dispositivo es capaz de cubrir todas las grandes necesidades que hoy en día nos han vendido. Es muy importante poner normas y marcar límites desde el principio, porque si no, se nos escapa de las manos.
-¿Qué opinión tiene de las redes sociales?
-Trabajo desde hace años con alumnos de 1º y 2º de la ESO, chicos que están en la frontera entre los 12 y los 14 años y, prácticamente todos tienen Instagram y Snachptap, algunos se han hecho una cuenta en Facebook y pocos usan Twitter o Periscope. La gran mayoría tienen los perfiles cerrados y hay cierto control, pero repito lo anterior: poner control en redes sociales es prácticamente imposible, de ahí que sea tan importante la educación y, cuando un niño tiene una cuenta en una red social, las condiciones de uso tienen que venir dadas por una adulto.
-¿Son conscientes los adolescentes de que todo los que publican en Internet escapa de sus manos y que además, permanece?
-El gran problema es que con 14, 15 o 16 años no se tiene definida la identidad personal y mucho menos la identidad digital. En un futuro uno será por que lo que es o por lo que dicen que es en las redes sociales. La reputación digital va a a ser tanto o más importante que la personal. Por eso es tan importante cuidarla. A mi me consta de alumnos que están subiendo a la red auténticas barbaridades solo por el minuto de fama o por llegar a ser “como”. El precio que se paga por diez segundos de gloria es altísimo.
-¿Qué habría que enseñarles para que no se exhibieran de esta manera?
-Lo más importante es educar para que valoren el concepto de privacidad, que en adolescentes ha dejado de tener significado. Si no estás en la red no existes, y para existir hay que exhibirse y, para ello, hay que publicar de forma constante. La intimidad se ha transformado en «exitimidad» es decir, que para existir en el mundo virtual, tengo que enseñar quién soy, qué soy, qué hago y con quién. Esto está creando problemas tremendos y casos de ciberbulling, acoso, sexting...
-Entonces, ¿viven en una burbuja de irrealidad?
-Viven en un mundo paralelo. Estoy continuamente con adolescentes y me encanta la tecnología, pero la distancia que tengo con ellos es cada vez mayor. Lo malo es que están tan a gusto en su mundo virtual que cada vez mas tienen menos interés en estar en el mundo real. Hay que poner normas para que se relacionen. Ponerse serio y marcar límites.
-¿Qué tienen que enseñar entonces los educadores que se encuentran inmersos en un mundo cada vez más digital?
-El gran trabajo que tenemos como educadores es enseñar a desconectarse de los dispositivos para aprender a conectarse con el mundo real. Porque puede llegar un momento que se encuentren tan a gusto en esos mundos paralelos que acabaremos perdiéndolos, y esto va a repercutir en la sociedad y los valores que tenemos como comunidad.
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